El sabio vivía al pie de una montaña.
El paisaje que conducía de su casa al pueblo era muy hermoso, tan bello que duraba un momento.
Lo recuerdo claro, de regreso aprendí aquello del holomovimiento.
Es un hombre humilde, un ser especial. Desde la ciudad las personas llegaban con el único fin de escuchar sus sabias palabras, capaces de responder hasta la pregunta más compleja, aquella que por ser un sujeto quien la plantea -en busca de algún objeto- sólo podría ser respondida mejor con el silencio.
Todo el que llega, tiene la gentileza, necesidad o responsabilidad de devolver el favor con una moneda. Toda pregunta, sin importar de lo que trate, de lo que aporte, o de lo tonta que queda, era contestada por el sabio con una misma frase:
– Das tos tao.
Nadie sabía muy bien lo que significaba. Era obvio, ya que nadie sabía tampoco de qué lugar había obtenido su conocimiento, quizás porque todos imaginaban que era de un lugar maravilloso, donde se cierran los labios para escuchar al viento.
Lo cierto es que desde siempre las personas acudían a escuchar al sabio, sin importarles siquiera en qué idioma hablaba. Y es que nadie nunca lo había escuchado más allá de lo que quería escuchar, porque el tiempo de todos es valioso, y si ya era difícil llegar de la ciudad al pueblo, mucho más era dar con la morada del ‘sabio repetidoso’, como le decían los más cercanos a su morada, personas alejadas del pueblo (por lo ruidoso), y acercadas al sabio (por lo callado).
En realidad, sólo uno sabía su significado. Y se ponía contento al ver que por alguna extraña razón, todo el que preguntaba y obtenía una respuesta esperada, se iba más contento de lo que había llegado. El sabio, por otro lado, apenas decía para sí mismo:
– Soy un pobre loco rico.
Y recogía las monedas al final del día, mientras una fila de gentes por el mismo punto del paisaje desaparecía, y él guardaba su equipaje, que no era más que él mismo, un libro (“el rey sabio“), unas máscaras y una escudilla de barro, donde iban a parar las monedas que jamás había pedido. Porque podía ser pobre, pero no mendigo.
Pero… ¿Qué diferencia a un sabio de un necio?*
En este sitio lo describen muy bien: “Episteme y Cristanismo“.
Aquí se aceptan opiniones y comentarios,
ni de pocos necios, ni de muchos sabios.
* Ojo, que no se ha dicho loco, ni se diferencia al pobre del rico.
Que no se ha dicho mucho, ni se ha callado poco,
en este cuento del sabio perico,
(o de un anciano loco).